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martes, 26 de febrero de 2008

D. FRANCISCO BETBECE +

D. FRANCISCO BETBECÉ +
ESTE era el nombre del heroico oficial de artillería á quien el Conde de Toreno, Alcaide y otros historiadores apellidan Bosete, continuando un yerro de la Gaceta de Zaragoza que ninguno de aquellos escritores acertó á subsanar hasta que mal y tarde lo hizo Alcaide en la fe de erratas de su tomo II1; pues le llama Berbecey.
Había nacido en Montevideo, hijo del Coronel de artillería don Francisco Betbecé, y fué hermano de otro joven oficial del Real Cuerpo llamado D. José, distinguidísimo en la defensa de Gerona.
Caballero cadete en el Colegio de Segovia, ascendió á subteniente en la promoción de 1807 con destino al departamento de Barcelona.
Allí llegaron á su oído los heroicos esfuerzos de los zaragozanos contra la opresión francesa excitando en tan alto grado su juvenil entusiasmo que decidió abandonar su destino y correr en posta á la capital de Aragón, donde se presentó el 1.° de julio, ávido de contribuir á su defensa y participar de las glorias de tan hazañosa empresa.
Gratamente admitido por Palafox y encargado en el acto de la batería de Puerta del Carmen, sostuvo tan valerosamente los recios ataques del enemigo el día 2 de julio, apoyando con sus cañones los esfuerzos dl la fusilería hábilmente dirigida por el bravo teniente coronel de Extremadura D. Domingo La Ripa, herido gloriosamente en aquel puesto invulnerable, que el general Palafox le recompensó con el grado de teniente sobre el campo de batalla (Alcaide, tomo 1, cap. 12, pág. 138). Siguió hasta el levantamiento del Sitio en el mismo peligroso puesto, distinguiéndose siempre por su valor, acierto y serenidad, especialmente al rechazar el furioso ataque que por sorpresa intentaron los sitiadores en la noche del 16 al 17 de julio. Los franceses llegaron en terrible avalancha á la boca de las piezas, y el combate, reñido á tiro de pistola, causó muchas víctimas entre los artilleros, si bien prevaleció la energía española que logró rechazar al enemigo, merced á los esfuerzos de Betbecé y del bravo coronel, comandante del puesto D. Pedro Hernández (Alcaide, tomo I, cap. 17, pág. 177).
Ocupado por los franceses el Convento del Carmen y corriéndose al Colegio de San José (ADTUAL escuela de Veterinaria) en la mañana del 4 de agosto, retiró nuestro oficial los cañones de su gloriosa batería á los inmediatos edificios de las Religiosas de la Encarnación, hospital de Convalecientes, y huerta del Convento de San Ildefonso, que, bien guarnecidos, fueron barrera insuperable á los esfuerzos del sitiador.
A los comienzos del 2.° Sitio, y ya con el grado de Capitán á que ascendió por los especiales méritos contraídos en el 1º, fue nombrado comandante de las baterías del célebre Reducto del Pilar, fuerte avanzado que el Coronel Sangenís instaló sobre el camino de Torrero como cabeza del puente del Huerva, cuya heroica defensa constituyen una de las más insignes páginas de la epopeya zaragozana. En esa gloriosa lucha, sostenida desde el 10 al 15 de enero de 1809, era comandante del improvisado fuerte el intrépido coronel D. Domingo La Ripa, y cupo á Betbecé la honra de ser su compañero y súbdito. El lo de enero rompieron el fuego los franceses con cuatro formidables baterías situadas á 40 toesas de distancia que con los continuos disparos de cuatro obuses, cuatro cañones gruesos y siete de batalla llevaban el estrago á los débiles parapetos y la muerte á los defensores. El 11 prosiguieron el cañoneo con vertiginosa actividad, causan-do á la valiente guarnición la pérdida de 29 oficiales muertos ó heridos y 110 bajas de tropa; pero Betbecé y su compañero de cuerpo don José Arnedo y Antillón, se cubren de gloria, combatiendo á pecho descubierto y desmontando por tres veces la principal de las baterías enemigas, como consta del parte del suceso (Alcaide. Tomo II, páginas 102 y 103) y de los comentarios que le añade la Gaceta de 17 de enero, copiados por el coronel D. Fernando García Marín en sus Memorias (pág. 103). El día 12, y los sucesivos, destrozada la artillería y arrasados sus parapetos, aun resiste el famoso reducto, defendido por el fusil y la bayoneta que rechazan los furiosos asaltos del sitiador, le atacan en sus trincheras, clavando algunas de sus piezas (García Marín, Memorias, pág. 1o5), y sólo cuando ya no queda ladrillo sobre ladrillo en aquellas ruinas eternamente memorables, obedeciendo terminante mandato de Palafox, varias veces repetido, abandonan los pocos defensores que quedaron con vida, aquel puesto, ya del todo insostenible, retirándose á la plaza, y volando el puente en la noche del 15 de enero.
Fué Betbecé uno de los contados oficiales que, si bien cubiertos de heridas y oprimidos por la fatiga, lograron salir con vida de aquel montón de cadáveres y escombros; y como después no le vemos citado en ninguno de los combates que ilustran la defensa de Zaragoza hasta la fecha de la capitulación, y por otra parte, no hay duda de que terminó en el 2.° Sitio su tan breve cuanto gloriosa carrera, es de presumir que pereció víctima de las lesiones recibidas en el reducto, si es que no lo fué de la asoladora epidemia que abrió olvidadas tumbas a más de la mitad del vecindario y guarnición de la ciudad Siempre Heroica.