TERMINADO el curso de estudios en el Alcázar de Segovia fué promvido á subteniente de artillería en 1802; en 1804 ascendió á teniente con destino á la sección de artilleros á caballo del 2.° regimiento y en 18o8 fué uno de los capitanes del cuerpo que vinieron con las divisiones valencianas á la segunda defensa de Zaragoza, donde por sus grandes méritos obtuvo el grado de teniente coronel conque figura en las listas de defensores publicadas por Alcaide en el Tomo III, pág. 95 de su obra.
Pero el deficiente historiador apenas dedica otro recuerdo á Montenegro que la simple cita de su nombre, y pasarían olvidadas las hazañas de tan intrépido oficial sin la nerviosa reseña de la defensa de las baterías de la Puerta del Sol que hace su testigo ocular el coronel don Fernando García Marín en la nota lo, pág. 216 de sus Memorias para la Historia Militar de la Guerra de la Revolución de España.
Tuvo Montenegro á su cargo el mando de las baterías de la Puerta del Sol tan ruda como infructuosamente atacadas por los franceses los días 26, 27 y 28 de enero de 1809, en cuyos heroicos combates, y en los sucesivos hasta la capitulación de la plaza, perecieron 1400 defensores y 6o artilleros, resultando gravemente herido nuestro biografiado cuya conducta fué tan justamente encomiada como se desprende de los dos siguientes párrafos, que copiamos del libro del Coronel Marín.
Las dos baterías de la puerta del Sol, situada la una á la parte exterior, y la otra en la interior junto á la Universidad, siguieron constantemente sus fuegos dirigidos por su diestro comandante Montenegro; y á pesar de los tenaces redoblados ataques que diariamente sufrieron, no pudieron vencer los franceses la firmeza y valeroso denuedo con que fueron defendidas, ni posesionarse de ellas hasta la capitulación de la ciudad.
Esta bella defensa, que puede contarse entre las más señaladas y gloriosas de cuantas han tenido lugar tanto en el memorable segundo Sitio de Zaragoza, como en las demás plazas de la Península, cuya resistencia justamente se ha admirado, hace por sí misma sin necesidad de interpretaciones ni comentarios, la debida apología del brigadier D. Jose Miranda, comandante que fué de aquel punto y del de las baterías D. Joaquín de Montenegro, á cuya sabia dirección, manejo y serenidad, se debió en gran parte tan gloriosa resistencia; siendo lo más digno de admirar en este valiente oficial, que sin embargo de haber recibido una fuerte contusión en el primer día del ataque, y una herida bastante grave de bala de fusil la antevíspera de la capitulación siempre se mantuvo al lado del cañón sin separarse del punto atacado par más tiempo que el preciso para curarse; lo que causó una vehemente impresión en cuantos lo presenciaron, que le dispensaron los justos elogios debidos á su firmeza y bizarra conducta.
Sin duda pudo fugarse y eludir de este modo su conducción á Francia, puesto que figura en la Escala de 1810 conservando el mando de los artilleros á caballo del ejército de Aragón. Por sus servicios en la defensa de Zaragoza, además del grado de teniente coronel, que dejamos dicho, obtuvo la cruz de San Fernando de 1.a clase.
Terminada la guerra de la Independencia, sirvió poco tiempo en el cuerpo de artillería nuestro biografiado, á pesar de sus prestigios, por no estar conforme con las opiniones constitucionales sustentadas por la inmensa mayoría de sus compañeros. Así que solicitó el retiro para Murcia, volviendo al servicio activo, pero no al del Cuerpo, después de la reacción de 1823, siendo en 1825 ascendido á brigadier por Fernando VII, que le profesaba singular estimación.
A la muerte del Rey siguió la parcialidad del Infante D. Carlos, de quien fué leal consejero, Ministro de la Guerra, general distinguido y preceptor del Conde de Montemolín. El convenio de Vergara le llevó á la emigración, permaneciendo algunos años en el extranjero y falleciendo poco después de su regreso.
Pero el deficiente historiador apenas dedica otro recuerdo á Montenegro que la simple cita de su nombre, y pasarían olvidadas las hazañas de tan intrépido oficial sin la nerviosa reseña de la defensa de las baterías de la Puerta del Sol que hace su testigo ocular el coronel don Fernando García Marín en la nota lo, pág. 216 de sus Memorias para la Historia Militar de la Guerra de la Revolución de España.
Tuvo Montenegro á su cargo el mando de las baterías de la Puerta del Sol tan ruda como infructuosamente atacadas por los franceses los días 26, 27 y 28 de enero de 1809, en cuyos heroicos combates, y en los sucesivos hasta la capitulación de la plaza, perecieron 1400 defensores y 6o artilleros, resultando gravemente herido nuestro biografiado cuya conducta fué tan justamente encomiada como se desprende de los dos siguientes párrafos, que copiamos del libro del Coronel Marín.
Las dos baterías de la puerta del Sol, situada la una á la parte exterior, y la otra en la interior junto á la Universidad, siguieron constantemente sus fuegos dirigidos por su diestro comandante Montenegro; y á pesar de los tenaces redoblados ataques que diariamente sufrieron, no pudieron vencer los franceses la firmeza y valeroso denuedo con que fueron defendidas, ni posesionarse de ellas hasta la capitulación de la ciudad.
Esta bella defensa, que puede contarse entre las más señaladas y gloriosas de cuantas han tenido lugar tanto en el memorable segundo Sitio de Zaragoza, como en las demás plazas de la Península, cuya resistencia justamente se ha admirado, hace por sí misma sin necesidad de interpretaciones ni comentarios, la debida apología del brigadier D. Jose Miranda, comandante que fué de aquel punto y del de las baterías D. Joaquín de Montenegro, á cuya sabia dirección, manejo y serenidad, se debió en gran parte tan gloriosa resistencia; siendo lo más digno de admirar en este valiente oficial, que sin embargo de haber recibido una fuerte contusión en el primer día del ataque, y una herida bastante grave de bala de fusil la antevíspera de la capitulación siempre se mantuvo al lado del cañón sin separarse del punto atacado par más tiempo que el preciso para curarse; lo que causó una vehemente impresión en cuantos lo presenciaron, que le dispensaron los justos elogios debidos á su firmeza y bizarra conducta.
Sin duda pudo fugarse y eludir de este modo su conducción á Francia, puesto que figura en la Escala de 1810 conservando el mando de los artilleros á caballo del ejército de Aragón. Por sus servicios en la defensa de Zaragoza, además del grado de teniente coronel, que dejamos dicho, obtuvo la cruz de San Fernando de 1.a clase.
Terminada la guerra de la Independencia, sirvió poco tiempo en el cuerpo de artillería nuestro biografiado, á pesar de sus prestigios, por no estar conforme con las opiniones constitucionales sustentadas por la inmensa mayoría de sus compañeros. Así que solicitó el retiro para Murcia, volviendo al servicio activo, pero no al del Cuerpo, después de la reacción de 1823, siendo en 1825 ascendido á brigadier por Fernando VII, que le profesaba singular estimación.
A la muerte del Rey siguió la parcialidad del Infante D. Carlos, de quien fué leal consejero, Ministro de la Guerra, general distinguido y preceptor del Conde de Montemolín. El convenio de Vergara le llevó á la emigración, permaneciendo algunos años en el extranjero y falleciendo poco después de su regreso.