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martes, 26 de febrero de 2008

EL GENERAL VILLAVA

EL GENERAL VILLAVA
Poco dicen de él los historiadores porque, ni su graduación, ni el dificilísimo cargo que desempeñaba de comandante general de artillería del cuerpo de ejército embotellado en Zaragoza, durante su segundo sitio, le daban puesto de combatiente en los lances de armas de continuo empeñados. Su labor fué fructuosa, activa y constante. Preveer las múltiples baterías de personal, material y municiones; atender á la continua recomposición de las bocas de fuego y
armas portátiles; y fabricación de piedras de chispa, pólvora, montajes, cartuchería, proyectiles y demás elementos de maestranza á que atendió con celo y actividad incontrastable, y sin los cuales no hubiera podido llevarse á cabo la defensa, son servicios tales que solamente los técnicos pueden apreciar debidamente. Mucho debió la defensa al benemérito general Villava, que, si bien secundado por jefes del Real Cuerpo tan acreditados y distinguidos como su mayor de brigada D. Manuel de Velasco, D. Juan Consul, D. Salvador de Ozta y D. Ángel Salcedo, poco tiempo ha podido dar al descanso durante el largo período del segundo sitio terminado por su gloriosa cuanto lamentable capitulación.
Era D. Luis Gonzaga de Villava un aragonés entusiasta, un artillero acreditadísimo y un patriota que todo lo sacrificaba al honor de la independencia de España.
Nació en Zaragoza en 1751, de la ilustre y antigua familia de su apellido. Fué hijo de los cónyuges D. Joaquín de Villava y Valls, magistrado integérrimo de la Real Audiencia de Aragón, y D.a Francisca de Aybar Sanahuja Marco y Catalán, y hermano por tanto del benemérito Miguel de Villava y Aybar, Regente de la misma Real Audiencia.
Era persona de gran instrucción, capacidad y firmeza de carácter, acrecentando el imperturbable valor que manifestaba en los peligros la circunstancia de ser sumamente sordo.
Tenemos á la vista la hoja de sus servicios cerrada por fin de Diciembre de 1807. Fué caballero cadete en el Real Colegio de Segovia en 1770; siguió con distinción toda su larga carrera; sirvió algunos años en Méjico; concurrió á la guerra contra Francia (1794-95) perteneciendo al ejército de Navarra; fué coronel director de la fábrica de pólvora de Murcia, en cuyo empleo contrajo en 1803 su matrimonio con la Sra. Dª Javiera de Arróspide, natural de Tolósa de Guipúzcoa, en quien tuvo á su hijo D. Luis de Villava y Arróspide, que fué coronel de artillería. Ascendió á Brigadier Jefe de Escuela del segundo departamento del arma (Cartagena) en 25 febrero 18o6.
En la hoja de servicios á que nos referirnos consta el informe del General Subinspector del departamento D. José Manuel de Vivanco, que por curioso y conciso no queremos dejar de copiar. Dice así:
«Este oficial reúne muchos conocimientos en diferentes ramos de artillería y con especialidad en el de pólvoras que ha tenido á su cargó, desempeñándole con mucho acierto y la actividad propia de su genio: Tiene talento é inteligencia conocida, pero es sumamente sordo.
La Junta Suprema de los reinos de Valencia y Murcia, premió los méritos del brigadier Villava, ascendiéndole á mariscal de campo y encomendándole por decreto de 22 de agosto de 18o8, el mando de una división fuerte de 5.5oo hombres, al frente de la cual vino en socorro de Zaragoza cumpliendo lo mandado por la referida Junta.
Llegado á esta ciudad en momentos en que el general Palafox organizaba el ejército que sucesivamente se llamó del Centro y de Reserva, se deshizo la división murciana que fué repartida entre las que mandaban los generales
O'Neille y Saint-Marcq, quedando encomendado á Villava el alto cuanto difícil cargo de Comandante general de Artillería.
Publica en 1809 un opúsculo titulado Zaragoza en su segundo Sitio de que no pudimos haber á la mano ningún ejemplar, pues el folleto se ha hecho rarísimo y sólo conocemos de él los escasos fragmentos publicados por el historiador Alcaide, que hacen sentir vivamente la falta de la obra íntegra, aunque basten para dar á conocer el estilo limpio, castizo y severo del autor, así como su disidencia con Palafox respecto al último período de la defensa que tantas ruinas ocasionó inútilmente á la ciudad, pues escribía (V. Alcaide T.° II, nota 13, pág. 329): Viendo los oficiales facultativos que la catástrofe de Zaragoza tenía poco remedio, y que en todo el tiempo no se había hecho una junta de guerra, ni la más leve consulta, pidieron por escrito a Palafox se congregase según lo prevenido por el artículo 24, Título V, tratado 1I1 de las Reales Ordenanzas, añadiendo que su objeto no era otro sino el de cubrir la responsabilidad bajo su firma, y que su Excelencia era árbitro de determinar lo que le pareciera después de oír á los jefes, quienes estaban prontos á cuanto resolviese; pero esta seria exposición no tuvo siquiera la fortuna de ser contestada.