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martes, 26 de febrero de 2008

LOS ARTILLEROS CUANDO RUJE EL CAÑON

REAL CUERPO DE ARTILLERÍA
Al iniciarse la guerra de independencia la artillería mantenía la organización de 1806; estaba dividida en artillería de campaña, artillería de guarnición y plana mayor del cuerpo.
La artillería de campaña la formaban cuatro regimientos situados en Barcelona, Cartagena, Sevilla y La Coruña, entre ellos debían de mantener en Segovia un destacamento fijo de cinco compañías, una de ellas a caballo, que cubriese la plaza de Madrid y los Reales Sitios. En 1808 una parte de la artillería de campaña, 270 hombres de a pie y 89 de a caballo, se encontraban entre Nyborg, Kjertemünde y la isla de Langeland, en Dinamarca, formando parte de la división de Fionia, al mando del Marqués de la Romana.
La artillería de guarnición, estaba compuesta por 19 compañías de a pie distribuidas de la forma siguiente: 1 en Mallorca, 2 en Ceuta, 1 en Canarias, y 1, hasta 15, en cada una de las plazas siguientes: Figueras, Tarragona, Alicante, Valencia, Zaragoza, San Sebastián, Vigo, Gijón, Santander; Ciudad Rodrigo, Badajoz, Algeciras, Almería, Málaga y Sanlucar de Barrameda.
Organización del Arma en 1808
Director General: El Generalísimo Godoy. Príncipe de la Paz
Artillería de Campaña
1º REGIMIENTO
En Barcelona 2 batallones cada uno con cinco compañías, una de ellas a caballo
2° REGIMIENTO
En Cartagena 2 batallones cada uno con cinco compañías, una de ellas a caballo
3º REGIMIENTO
En Sevilla 2 batallones cada uno con cinco compañías, una de ellas a caballo
4° REGIMIENTO
En La Coruña 2 batallones con todas las compañías de a pie
LOS ARTILLEROS
EN Mayo de 18o8 no tenía el Real Cuerpo de Artillería otra fuerza en Zaragoza que la compañía fija establecida en dicha capital por la plantilla vigente á la sazón. No sabemos á cuánto ascendería su fuerza presente, pero, descontando el destacamento Jaca cargo del subteniente D. Félix Iñigo, puede asegurarse que el efectivo disponible en Zaragoza, no pasaría de 5o individuos de tropa al mando del teniente facultativo D. Francisco Camporedondo y del subteniente práctico D. Pedro Dango. Vacante entonces la Comandancia de Artillería de la plaza, desempeñaba la interinamente el teniente Camporedondo, pero debe advertirse que tan pronto como el capitán retirado del Real Cuerpo D. Ignacio López Pascual se presentó al general Palafox, fué de hecho el director de todos los servicios de la artillería, marchando Camporedondo á encargarse de la Comandancia de Jaca.
Además de los oficiales anotados, residía en Zaragoza, el teniente del Cuerpo D. Rafael de Irazabal, á quien los patriotas recluyeron en el Castillo de la Aljafería por el único delito de ser sobrino del capitán general D. Jorge Juan Guillelmi, depuesto y arrestado en dicha fortaleza á consecuencia del alzamiento del 24 de Mayo.
Por estos mismos días llegaba á la Capital el capitán 1.° del Real Cuerpo D. Juan Nepomuceno Consul que, en virtud de órdenes de Palafox y por su propio derecho como oficial más antiguo, tomó posesión de la Comandancia.
Tan benemérito artillero concurrió con su valor habitual al choque de Alagón, pero no llegó á tomar parte en la batalla de las Eras por haber salido en posta para Huesca, donde se detuvo cinco días á fin de organizar fuerzas y allegar recursos de orden del general, según escribe el Conde Toreno.

No es fácil empresa puntualizar el númer
o de los artilleros existentes en la ciudad al comenzar el primer Sitio, siendo tan grandes como son las contradicciones de los historiadores: Alcaide, el más minucioso y abundante en noticias, afirma (Tomo I, pág. 62) que el 14 de Junio, víspera del primer ataque del enemigo, sólo se contaba con 5o artilleros, esto es con la fuerza de la Compañía fija; pero esta cifra es tan notoriamente errónea que el mismo historiador la rectifica en el estado inserto á la pág. 325 del citado tomo, de cuyos datos resulta que días antes de que Lefebvre embistiese á Zaragoza, había en la plaza 1.463 soldados veteranos, de los que, los 25o eran artilleros y zapadores.
Pero tampoco es cierto este dato; las compañías de zapadores organizadas é instruidas por el insigne sargento mayor del Real Cuerpo de Ingenieros D. Antonio Sangenís, no fueron creadas hasta que principiaron los trabajos de fortificación el 18 de Junio, y ya el 14 de dicho mes había entrado en la plaza un pelotón de 25o artilleros del primer regimiento, procedentes de Barcelona, que se puso á cargo del capitán Cónsul. El autor anónimo del librito titulado Acontecimientos de Aragón, que en 1813 á raíz de aquellos redactaba sus impresiones de testigo ingenuo, libre de la monomanía de Alcaide (siempre empeñado en regatear al ejército su participación en el primer Sitio) al describir la famosa batalla del 15 de Junio y la heroica resistencia opuesta al enemigo en las puertas de la ciudad, en la Aljafería y demás puntos atacados, dice textualmente (pág. 16): «Doscientos cincuenta artilleros que salieron de Barcelona y llegaron el 14, estaban con los pocos de la plaza distribuidos en estos parajes.» Ya vamos viendo claro: añádase esta fuerza del primer regimiento á la de la compañía fija, y resultará que el Real Cuerpo de Artillería contribuyó á la defensa de Zaragoza desde los primeros momentos de su asedio con los tres oficiales facultativos D. Juan Cónsul, D. Ignacio López y D. Rafael de Irazabal, el práctico D. Pedro Dongo y 300 Ó más individuos de tropa.
A fines de Junio ya estaba en Zaragoza, procedente de Navarra, el benemérito capitán 1.° D. Salvador de Opta, que por su valeroso comportamiento en los combates de los dos primeros días de Julio, fué ascendido por Palafox al empleo de Sargento mayor de Artillería, y siendo el más antiguo de los oficiales presentes, se encargó de la Comandancia del arma, desempeñándola con tanta firmeza como sabiduría, hasta que en la memorable jornada del 4 de Agosto, fué forzoso retirarle de las baterías de Santa Engracia gravemente herido. En 1.° de Julio llegaban procedentes de Barcelona, impulsados por su honor y patriotismo, los subtenientes, recién salidos de la academia, D. Jerónimo Piñeiro de las Casas y D. Francisco Betbecé, que desde luego tomaron el mando de las baterías más castigadas por el sitiador; al segundo de estos oficiales le pusieron Calvo de Rozas y Alcaide el apodo de Bozete, con tanta fortuna, que pasaron por él tomándole por apellido verdadero los historiadores Conde de Toreno, Príncipe, General
Arteche y hasta el sabio preceptista artillero D. Manuel Fernández de los Senderos engañados por la autoridad de los inventores del desatino.
Que en todo el mes de Julio se acrecentó grandemente el número de artilleros con los que fugados de las plazas ocupadas por el enemigo llegaban á cada momento á la ciudad, es un hecho que no admite duda, porque en los primeros combates de dicho mes fueron numerosísimas las bajas de sangre, y á pesar de ello más bien aumentó que disminuyó el efectivo numérico, puesto que contaba el cuerpo con un sargento mayor, tres capitanes, tres tenientes, tres subtenientes, lo sargentos, 34 cabos y 306 artilleros de tropa veterana, ó sean cuatro compañías bien completas. (Alcaide, Tomo I, pág. 16o.) Cierto que esta fuerza con su escasa oficialidad no era bastante para manejar de día y de noche más de 70 piezas de todas clases y calibres, repartidas en una multitud de baterías en constante ejercicio, y de aquí que los oficiales de ingenieros Cortinel y Simonó, el teniente de navío D. José Primo de Rivera y su hermano D. Joaquín, capitán de infantería, el de caballería D. Luciano de Tornos y otros varios tuvieran que encargarse de la dirección de los fuegos en algunos parajes, y que gran número de voluntarios y soldados de infantería tuviesen que ayudar eficazmente al servicio y manejo de los cañones.
Pero debemos aclarar la duda que surge á la vista del párrafo antecedente. De la afirmación de Alcaide, resulta que á principios de Julio había en Zaragoza diez oficiales del cuerpo, de los cuales solo hemos nombrado siete; los tres restantes son el sargento D. Jaime Gaist. (Rit según dicho historiador) ascendido por el general Palafox á subteniente práctico, el capitán 1.° D. Ángel Salcedo comandante del arma en la columna del Barón de Warsage y el teniente D. Juan Calixto de Ojeda afecto á las fuerzas del coronel Perena y comandante de las baterías del Arrabal en las postrimerías de la 1ª defensa.
Antes que ésta terminase con la retirada de los sitiadores, todavía recibió la guarnición el refuerzo de una batería montada, de seis cañones de á 4, que procedente de Tarragona y al mando del capitán D. Manuel de Zara llegó á Osera el 5 de Agosto entrando en la capital el 9 del mismo mes con las tropas de socorro acaudilladas en persona por el general Palafox: con esta fuerte columna venían los capitanes D. Pascual de Antillón y D. Joaquín Lirón de Robles, y de jefe de todos ellos el coronel D. Diego Navarro Sangrón. Por las fechas expresadas se comprende que esos oficiales del Cuerpo contribuyeron al éxito de la defensa, concurriendo durante cinco días á los últimos combates del Coso hasta que los enemigos levantaron el Sitio.
El comportamiento de los artilleros, tanto oficiales como soldados, fué tan admirable que excede á la mayor ponderación; sellaron con su sangre todas las puertas del endeble muro, quedando 17 fuera de combate en la batalla de las Eras el 15 de Junio (Alcaide, Tomo I; pág. 81); solo en la defensa de la puerta del Portillo durante los furiosos ataques del 1 al 2 de Julio perecieron 5o al pie de los cañones (Alcaide. Observación XIV de Palafox, Tomo III, pág. 169); en la gloriosa jornada del 4 de Agosto murieron cuantos servían las piezas de la batería de Santa Engracia (Alcaide, Tomo I, pág. 204), siendo además considerable la suma de los que en las otras puertas, en las varias voladuras, en las salidas y acciones de las afueras sucumbieron al rigor del hierro y fuego enemigo. Sin incurrir en pecado de exageración, bien puede asegurarse que las bajas de nuestros artilleros excedieron de 200 individuos, cuya cifra representa más de la mitad de la fuerza combatiente.
Por eso no es de extrañar que aquellos valerosos soldados fuesen tan deseados y bien admitidos, que el aumento de uno solo era una verdadera adquisición para los comandantes de los puestos artillados. Esmerábase el vecindario en agasajarlos, llevándoles alimentos y refrescos á las baterías, y entre los artilleros de las puertas del Portillo y Sancho llevaron á cabo las heroínas Agustina Zaragoza y Casta Álvarez aquellas singulares hazañas, que les conquistaron duradera y simpática fama en las historias. El día 2 de Julio en que eran enormes las bajas de sangre, llegaron á la Puebla de Alfindén nueve artilleros procedentes de Cataluña, y el coronel Gómez de Butrón, jefe de aquella avanzada, los remitió en un carro á la plaza, para que ganando velocidad llegasen á tiempo de tomar parte en las luchas de tan memorable día (Alcaide, Tomo I, Cap. XV, pág. 16o).
Y como siempre que la artillería se fracciona del modo extraordinario con que lo efectuó en Zaragoza, por el gran número de puestos que fué forzoso guarnecer, sube de punto la importancia de los sargentos, debemos hacer constar que los del Cuerpo se portaron á maravilla por su valor é inteligencia, distinguiéndose muy especialmente algunos de ellos cuyas semblanzas formarán parte de nuestra Galería.
No concurrieron á la 2ª defensa algunos oficiales del Real Cuerpo que se habían distinguido notoriamente en la 1ª: fueron éstos D. Ignacio Lópe, comisionado por Palafox para que le representase cerca del Gobierno Nacional; D. Rafael de Irazabal, que desaparece sin que sepamos cuál haya sido su suerte; D. Jerónimo Piñeiro, prisionero del enemigo en la gloriosa jornada del 4 de Agosto, y por último D. Manuel de Zara, D. Pascual de Antillón, D. Juan Calixto de Ojeda y D. Joaquín Lirón de Robles que en Octubre de 18o8 salieron para Cataluña mandando la artillería afecta á la división expedicionaria del Marqués de Lazán.
Pero la falta de estos siete beneméritos oficiales fué subsanada con exceso por los que llegaron al final del 1.er Sitio con las divisiones valenciana y murciana. Aun con tan valioso refuerzo no pasaron de 21 jefes y oficiales facultativos y 3 prácticos los concurrentes á la 2ª defensa, cuya lista insertamos á continuación.

Mariscal de Campo D. Luis Gonzaga de Villaba.
Brigadier Coronel D. Diego Navarro Sangrán.
» » D. Ángel de Ulloa.
Teniente Coronel D. José de la Serna.
» » D. Manuel de Velasco.
» » D. Salvador de Ozta.
» » D. Juan Consul. +
» » D. Ángel Salcedo.
Capitán D. José Ruiz de Alcalá.
» D. Matías Moñino.
» D. Miguel de Forcallo.
» D. Joaquín Montenegro.
» D. Juan de Pusterla. +
Teniente D. Francisco Betbecé. +

Subteniente D. José de Saleta. +
D. José Rodríguez Zambrano. +
D. Joaquín de Villaba.
D. José Arnedo y Antillón.
D. José de Aguilar.
D. Rafael del Pino.
D. Antonio Primo de Rivera.
Teniente práctico D. Pedro Dango.
D. Francisco de Nevot.+
Subteniente
práctico D. Jaime Gaist (Rit según Alcaide)
Eran pocos, pero buenos, como dice el general Gómez Arteche, y claro es que para las ímprobas atenciones del servicio de las 26 baterías instaladas en el recinto y puestos destacados, sin contar las secciones volantes empleadas en las salidas, y las piezas que defendieron las calles en la guerra de casas, se necesitaba un personal mucho más numeroso de capitanes y subalternos: 20 de los primeros y 40 de los segundos no hubieran sido demasiados, siendo forzoso subsanar la diferencia agregando al servicio del Cuerpo muchos oficiales de las otras armas que se portaron muy bien, y de los cuales sólo hemos podido identificar los 12 siguientes:
Teniente de Navío D. Santiago Salazar.
Alférez de Navío. D. Félix Ruiz.
Teniente de
Infantería D. Isidro Meseguer.+
» » D. Nicolás Corona,
» D. Santiago Angulo.
D. Jaime Fábregues.
D. Felipe Zayas.
D. Nicolás Rodabani.
D. Gregorio Martín.
Sub. Teniente D. Mariano Yoldi.
D. José Lecumberri.
» » D. Pedro Moya.
Y como quiera que no de todos estos beneméritos defensores hemos logrado reunir los datos necesarios para escribir sus biografías, cumplimos un deber de justicia dejando consignados sus nombres.
DECÍAMOS en el Concepto Crítico, que en Zaragoza se habían reunido muchas más piezas de artillería de las necesarias para su defensa, y justo será que nos detengamos á probar esa afirmación.
En los almacenes de la Aljafería había desde el año 1797 un tren de artillería de campaña compuesto de 75 cañones de á 4 y bien se ve lo considerable del número aunque esas bocas de fuego fueran de muy escaso efecto. Y como á fines del mes de Junio se recibieron 6 cañones gruesos procedentes de la plaza de Lérida y 2 obuses que vinieron de Monzón, resulta que los defensores dispusieron de 83 piezas de diferentes clases y calibres, sin contar en ellas la batería del Capitán Zara y el pequeño tren que introdujo Palafox en 9 de Agosto, ya que en Octubre de 18o8 volvieron para Cataluña con la división del Marqués de Lazán.
Debe advertirse que en las jornadas de Mallén, Alagón y Epila, así como en las baterías de Buena-Vista y puentes de la Muela y Casa—Blanca se dejaron clavadas y perdieron 16 de los expresados cañoncitos, cuyo número restado de los 83 que formaban el total, deja subsistente la cifra de 67 bocas de fuego que constituyó la dotación de la plaza en la primera defensa.
Al retirarse los sitiadores el 14 de Agosto, arrojaron al Canal todo su tren de sitio y no pequeño número de piezas de campaña que según datos oficiales componían las siguientes bocas de fuego:
Cañones de á 4 cortos. 21
» de á 8 cortos. 4
» de á 8 largos 3
» de á 12 4
» de á 16 6
Obuses de á 2 pulgadas 5
» de á 7 » 2
Morteros de á 12 pulgadas. 5
» de á 9 » 2
Morterete de probar pólvora. 1
--- total 53
Sólo con tan considerable refuerzo de artillería, gruesa en su mayor parte, que elevó hasta 98 el número de bocas disponibles en la 2ª defensa, puede concebirse el armamento de 26 baterías instaladas en el recinto y sus puestos destacados. Solamente en el frente atacado desde la torre del Pino al convento de Santa Mónica con sus puestos exteriores del Reducto del Pilar y San José, se emplazaron y sirvieron tenazmente nada menos que 11 baterías artilladas con 40 bocas de fuego, sin desatender á los otros frentes y las avenidas del Arrabal. Los morteros y obuses se colocaron preferentemente en las baterías de los Mártires y del Jardín Botánico, para bombardear los edificios de Torrero, parque principal del sitiador.
Y CLARO es que tan extraordinario número de bocas de fuego no podía ser servido por sólo las tropas de artillería que al principio de la 2ª defensa consistían en las ocho compañías organizadas por D. Juan Consul, y las tres (una de ellas á caballo) procedentes de Valencia, que en conjunto reunían 940 hombres entre artilleros y clases. El servicio resultaba penosísimo y fué forzoso reforzar el personal necesario con gran parte de los regimientos 1º de Valencia, y Peñas de San Pedro, batallón de Floridablanca, y las partidas sueltas de otros doce cuerpos procedentes del ejército de Andalucía.

Basta lo expuesto para que pueda comprenderse hasta qué punto contribuyó el Cuerpo de artillería á las tenaces y gloriosísimas defensas de Zaragoza. Pero si como combatiente puso tan alta la raya de la fortaleza y del honor, como exclusivamente técnico en la creación de la Maestranza, de la fundición de proyectiles y metralla, en la instalación de la armería, molinos de pólvora y talla de piedras de chispa, fueron tan eminentes sus servicios, que sin su cooperación fecunda, ardorosa y perseverante, hubiera resultado imposible de todo punto la resistencia de una ciudad abierta y desprevenida.
Las biografías que siguen darán á conocer más al pormenor los méritos y servicios individuales del insigne grupo de artilleros defensores, gala del Real Cuerpo y ornamento de la Patria.

CUANDO RUJE EL CAÑON
Paginas Artilleras de los Sitios de Zaragoza
1º sitio
CERCO DE LA CIUDAD CON BATERÍAS DE BRECHA
Torcal relata: "Los franceses, que habían recibido por las aguas del canal el poderosísimo tren de artillería, pedido por Verdier a Bayona, comienzan con la mayor actividad y diligencia las obras de construcción de baterías de brecha, colocando la primera a la iglesia de San Miguel, junto al Huerva, destinada a abrir brecha en las tapias huerta de Campo Real; la segunda, a la izquierda de la anterior; la tercera frente al puente de santa Engracia; la cuarta frente al puente de Santa Engracia y cerca de él para batir la torre del Pino; la quinta, a la derecha del convento de Capuchinos; la sexta, entre la anterior y el ángulo más orientable del mismo convento, y la séptima, simétrica a la sexta, sobre el ángulo opuesto del convento, treinta y ocho piezas de grueso calibre, más veintidós de campaña, que hacían un total de sesenta piezas, entre obuses, cañones y morteros, iban a llover fuego y metralla sobre la ciudad. El corazón se sobrecoge y el ánimo se asusta al contemplar tan horribles preparativos y máquinas de destrucción".
Y Lejeune añade: "Con la ayuda de estos refuerzos, Verdier pudo hacer el acordonamiento total de la ciudad. Sus tropas pasaron el barranco del Huerva y se establecieron entre este río y la plaza. Lacoste hizo construir siete baterías, amenazando todo el espacio comprendido entre la derecha de Santa Engracia, la puerta del Carmen y la del Portillo. Los trabajos eran llevados con gran actividad, porque quería poner a la plaza en condiciones de rendirse, antes de que pudiera recibir más socorros".
SEGUNDO BOMBARDEO DE LA CIUDAD
Torcal relata: "Alboreaba el primer día de agosto, cuando el clamoroso acento de la campana de la Torre Nueva anunciaba a los habitantes de la ciudad el comienzo de un nuevo y furioso bombardeo. Era una verdadera lluvia de bombas y granadas lo que caía sobre Zaragoza. A unas baterías contestaban otras con regulares intervalos o bien los disparos simultáneos de varias a la vez confundían sus roncos estampidos, llenando los aires de estruendos pavorosos, mientras una gruesa columna francesa, bajada de Torrero, apoderábase del convento de San José, sin que pudieran impedirlo los bravos patriotas que desde el molino de aceite trataban de detener al enemigo. El convento de San Francisco, donde Palafox había establecido su cuartel general, y el Hospital de Na. Sra. de Gracia fueron desde los primeros instantes lo puntos preferidos por los franceses para blanco de sus estragos y furores. El 1 y el 2 de agosto fueron las baterías de Torrero y las de San José, pero el 3 fueron las emplazadas en torno a la ciudad, ya referidas. El fuego era infernal. Las gentes discurrían por las calles, huyendo de sus casas, amenazadas a cada instante de desplomarse enteramente por las continuas explosiones de bombas y granadas, marchando con paso azorado y vacilante, la respiración agitada, temerosos de perecer allí mismo, si la bomba destructora estallaba a sus pies.
Los destrozos que en casas y edificios producían los inflamados proyectiles eran inmensos. Los desplomes de tejados, muros, tabiques y paredes eran continuos. Nada menos que setecientos disparos de cañón, obús y mortero molestaron nuestras defensas en el espacio de catorce horas.
Uno de los puntos donde mayor estrago hizo el fuego enemigo fue en el Castillo, llegando a derruir un lienzo de su débil muralla y parte del edificio hacia poniente. Hubo un momento en que los defensores sintiéronse consternados, pero el valeroso Cerezo, que lo observaba correr a cerrar las puertas, y, volviéndose a los paisanos les arenga y les dice: "Caballeros, aquí no hay más remedio que vencer o morir".
Creyose que aquella misma noche emprendería el enemigo el asalto a la ciudad valiéndose de escalas. Palafox, creyéndolo así, dirige un oficio a Renovales confiándole el mando en jefe de todo el cantón, desde la puerta del Sol a Santa Engracia. "Vd. le dice el general, es activo y no solamente no dormirá, sino que hará que no duerman los demás". Y así pasó la noche, bien despierto, y no hubo novedad, pero al día siguiente, 4 de agosto, sería de gloria para la ciudad.
BOMBARDEO E INCENDIO DEL HOSPITAL
DE Nuestra Señora de GRACIA

Como ya hemos dicho anteriormente, los edificios que más padecieron en el bombardeo, además de las casas particulares, fueron el de San Francisco, donde cayeron más de catorce bombas, obligando a los religiosos a salir precipitadamente a casas particulares, pero muchísimo más en el hospital de Na. Sa. de Gracia, edificio construido en 1425 y que estaba situado en lo que hoy es Banco de España, pero era mucho mayor, pues llegaba hasta Zurradores o Porcel, Santa Catalina y Hospital NI. Sr. de Gracia. El furioso bombardeo de este edificio por los franceses, solo se explica por sus instintos salvajes e inhumanos y por su estúpido afán de destrucción, de que tantas muestras dieron en la guerra de la Independencia. Databa este monumento de 1425, en que fue fundado por el rey Alfonso V de Aragón, y era una preciosa joya arquitectónica, avalorada por sus recuerdos históricos.
Jerusalén. En dicho edificio estuvieron cayendo bombas continuamente, habiendo causado algunos muertos, entre ellos don Mateo Lagunas, e igualmente hizo tanto daño en las salas de los enfermos que antes de mediodía fue preciso tomar providencia de sacarlos, dando licencia a todos los que quisieran irse, y para los que quedaron, se destinó la Real Audiencia, a donde fueron llevados por algunos religiosos en brazos, y por varios paisanos en carros y parihuelas, y al mismo tiempo que en las camas, espectáculo que causaba la mayor compasión y que aumentaba con el lamento de los pobres enfermos, ayudados de los señores regidores, que con sus activas providencias, lograron con la caridad de los fieles, trasladarlos muy en breve y sin ninguna desgracia, a pesar de las muchas bombas y granadas que continuamente estaban cayendo, colocando los enfermos de calentura en el corredor alto; a los militares en la sala de San Jorge; a los de cirugía, en el corredor de abajo, y a las mujeres en la Lonja de la ciudad; pero no habiendo bastante habitación para los hombres, los colocaron en la luna interior de dicha Audiencia, (ésta estaba en la actual casa Acción Católica), destinando las Escribanías para los cirujanos y la sala baja del Acuerdo para las demás dependencias de oficinas y empleados.

Este melancólico trastorno consternó los ánimos de todos, y la caridad, tan natural de los zaragozanos, tuvo mucho que merecer al ver tal catástrofe. El fuego siguió vivamente, arruinando casas y edificios, por cuyo motivo todo el pueblo estuvo en vela, llenándose la Santa Capilla del vecindario que suplicaba devotamente su poderoso amparo en tal conflicto.EL Hospital NI. Sr. de Gracia. Los franceses, sin respetar que el edificio estaba lleno de enfermos y heridos, lo bombardearon con terrible furia. Hubo que trasladar apresuradamente a los que en él se guarecían a la Lonja de la ciudad, no sin que sucumbieran muchos de ellos, heridos por los proyectiles, dentro del mismo edificio o en el camino al ser transportados.

Mucha fue la caridad desplegada por los vecinos, y si por la acción del 15 de junio mereció la ciudad el título de MUY HEROICA, por el de este día mereció el de MUY BENÉFICA. Merecen destacarse las acciones de Juliana Larena en asistir a los heridos y enfermos.